sábado, 1 de diciembre de 2012

¿Por qué no podemos decir lo que queramos? De la libertad de expresión y sus límites.


Aprovecho la estela que dejo la tertulia de ayer en Nunca Es Tarde Canal Extremadura para pensar en voz alta lo que se me ha venido a la cabeza más de una vez. ¿Qué es eso de los "límites" a la libertad de expresión? ¿Por qué hemos de tolerar ningún tipo de censura (o de autocensura) de lo que creemos y queremos públicamente expresar? ¿Qué es eso de las “líneas rojas” que, según decía uno de los tertulianos, no debe moralmente traspasar un medio de comunicación o, en general, cualquier persona, grupo o institución que haga públicas sus creencias, ideas, o cualquier tipo de mensaje? 

¿Por qué, por ejemplo, no se debe tolerar que un programa de televisión (como este, famoso y proscrito, de “la noria”) pague a alguien por explotar su valor mediático y simbólico (por ejemplo, por entrevistar a la madre de un famoso delincuente) para solaz y educación de la audiencia? O, en otros casos aún más importantes: ¿por qué no se debe tolerar (incluso, a veces, permitir legalmente) que se haga apología de ciertas creencias (como las que pretenden justificar la xenofobia, el terrorismo, el nazismo, el machismo, la homofobia, etc.)? 

Es cierto que hay casos y casos, y que convendría analizar cada uno de ellos. Pero creo que la cuestión de fondo que late bajo todos ellos es la misma. ¿Por qué ha de ser inmoral (o incluso estar prohibida) la manifestación pública de ciertos contenidos, creencias, símbolos o prácticas, una vez que no se incurre en ningún tipo de violencia directa (no se obliga a nadie a ir a un programa ni al espectador a verlo, ni se fuerza al que lee una página web nazi a hacerse nazi ni a ejercer la violencia que allí se enaltece)? Podemos también despachar el caso de la difamación (acusar sin pruebas visibles que todos puedan juzgar), o el de la propagación de mentiras con un fin injustificable, o la vulneración no consentida del (supuesto) derecho a la intimidad. Aceptemos todo esto (aunque da para muchos otros debates). Y también la protección de los menores, que en tanto aún no adecuadamente formados tienen prohibido el acceso a ciertos contenidos. Bueno. Tal vez. Pero en el caso de los ciudadanos adultos y en pleno ejercicio de sus derechos, ¿es tolerable que se les niegue el acceso a la información o a la libre expresión de sus creencias? ¿Por qué un productor no puede (o no debe) traer a su programa y pagar lo que quiera a quién le parezca que tiene interés para la audiencia? ¿Por qué un radical no puede defender en su página web el uso político de la violencia, o un nazi propagar prácticas antidemocráticas, o un ciudadano cualquiera proponer en las redes un asalto organizado al congreso? ¿Por qué hemos de considerar delito (o inmoralidad) incitar al delito (o a lo que nosotros nos parece inmoral)? ¿Es que no somos ciudadanos libres y maduros con la capacidad para enjuiciar por nosotros mismos la legalidad y moralidad de lo que se nos propone? 

En suma: ¿Qué suerte de paternalismo es este que pretende protegernos de “ver y oír” lo que no debemos… (No vaya a ser que nos contagiemos y acabemos delinquiendo o sucumbiendo a la tentación)? ¿Tan inseguros hemos de estar de nuestras convicciones como para que haga falta censurar aquello que pueda desarbolarlas? ¿No debería ser al contrario: que en una sociedad democrática madura, las convicciones morales que la sustentan (la tolerancia, la no discriminación, el respeto a la integridad física de los demás, su libertad de opción sexual, etc.) fueran constantemente puestas a prueba para aquilatar su firmeza? ¿No es la democracia el reino del diálogo en el que todo el mundo puede exponer sus creencias con los mejores argumentos que encuentre? 

Pues eso… ¿Por qué no podemos decir lo que queremos y, los demás, elegir si nos escuchan, juzgar lo que decimos como les parezca, y replicar lo que consideren oportuno con las mismas oportunidades y medios que nosotros? En una sociedad en la que el acceso a (casi) todo tipo de información es tan fácil, y en la que (esperemos que no sea una burbuja más) la posibilidad de expresar opiniones es tan accesible a todos, deberíamos aprovechar para cultivarnos en ese enriquecedor juego democrático que es el de probar a convencer y exponernos a ser convencidos por los demás. Sin censura previa, y sin que los gritos escandalizados de los abogados de lo incuestionablemente correcto nos impidan hablar...



3 comentarios:

  1. Igual que tú no siento demasiada simpatía hacia estas limitaciones. Me ha gustado especialmente la idea de poner a prueba la fuerza de la democracia.

    No obstante, creo que en defensa de esas prohibiciones cabría un motivo mejor que el paternalismo que crees que las explican. Quizás las prohibiciones no son para protegernos de nosotros mismos, de nuestra estupidez. Quizás tales prohibiciones sirven para proteger a terceros de la estupidez de otros. Aquellos que pueden verse animados a actos violentos contra inocentes gracias a las proclamas de algunos. De hecho, esta es la argumentación que yo más he oído: entender que según qué mensajes es como vender pistolas. Algo que en sí mismo no es criticable pero puede prohibirse por el mal uso que de ellas harán sus receptores. Es decir, el conflicto de valores no estaría en autonomia vs paternaslimo, sino en el habitual libertad vs seguridad.

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  2. Muchas gracias por tu comentario. En mi modesta opinión, el conflicto entre libertad y seguridad no debe tender a resolverse cercenando la libertad, sino aumentando y mejorando la educación, que es la única manera realmente eficaz -- creo -- de protegernos de los que utilizan insensatamente las ideas o las pistolas. Un cordial saludo

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  3. Aquí dejo más sobre el tema: http://www.elcorreoextremadura.com/noticias_region/2015-10-14/2/9953/hay-cosas-con-las-que-no-se-bromea-lo-suficiente.html

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