miércoles, 28 de abril de 2010

¿Educación o educoacción?


Como hice en otra ocasión ("¿Otra educación es posible?"), os cuelgo aquí una entrada del blog vecino "Cavernisofía", de nuestro amigo Juan Antonio, y que también trata de educación (él la ha titulado "Educoacción"). En él se refiere a las cosas que pasan en su Instituto de Sax (Alicante), pero las cosas que dice me parece que son aplicables a cualquier otro centro. A ver qué os parece...

Hoy me ha pasado como otros días: cuando iba a salir del instituto, con mi llave de la salida principal, esperaban a la puerta una bandada de alumnos que, por diversos motivos, querían salir: unos no tenían clase, otros querían aprovechar los veinte minutos del “recreo” para fumar; otros sencillamente, supongo, creerían que es más rentable charlar con amigos en la primavera del parque cercano que asistir a la clase de tutoría, donde aprenderían a aprender el aprendizaje de esquematizar esquemas (si es que no tenían la suerte de escuchar que fumar es malo o que el clítoris existe). ¡Y han tenido la desfachatez de pedirme por favor que les dejase salir!

Como otros días, se me han venido a la cabeza otras cuantas cosas en cadena:

-Me he acordado de que soy capaz de reconocer un instituto en cuanto entro en un pueblo o ciudad (porque es el edificio más parecido a una cárcel y menos parecido a una obra de arte).

-Que soy capaz de reconocer qué habitáculos del instituto dan cobijo a qué miembro del escalafón sólo con notar la temperatura al entrar (lo más caliente es la sala de profesores, o el despacho de dirección; lo más frío son las aulas).

-Que siempre soy capaz de encontrar mi mesa cuando entro en las aulas (porque es el doble de grande que las de los alumnos, aunque la uso la mitad que ellos), y mi sillón (porque acaba, precisamente, en -ón, y no en –illa).

-Que se supone que en clase soy el único que puedo pasear, estirar las piernas y sentar mis posaderas en la mesa.

-Que yo puedo retrasarme a la entrada de clase sin sufrir muchas ni graves consecuencias,

-Que yo no voy a ser evaluado en mi trabajo de evaluar

-Que yo, a diferencia de los alumnos, tendría que poner cara de gran extrañeza si alguien me acusase de no hacer nada si no es a cambio de recompensa,

-Que las faltas de respeto que me permito con los alumnos no podrían tolerarse en la otra dirección,

-Que yo sí llevo mi teléfono móvil sin temor a que me lo requisen

-Que yo, si fuese fumador, podría salir a fumar en la hora del “recreo”, y de hecho me colocaría a fumar en la puerta del instituto, justo al otro lado de donde los alumnos envidiarían mi maligno placer,

-Que yo no podría soportar que me tuviesen encerrado seis horas sin mi permiso,

-…

Y me he dicho: "¿qué quieren, entonces, estos malditos niños? ¿Por qué no se hacen personas responsables, críticas y libres? ¿Por qué son tan violentos y egoístas? ¡Espera que nos pongan la tarima y nos concedan el título de autoridad pública! ¡Entonces terminarán de comprender lo que es la libertad y la excelencia!"

Y, soñando con eso, me he marchado contento para casa, sabiendo que el mundo, efectivamente, progresa.

(Publicado por Juan Antonio en "Cavernisofía". Os recomiendo que busquéis la entrada original, así podreis leer los interesantes comentarios que la entrada provocó y, si queréis, dejar vuestro propio comentario).

¿Es la verdad diferente para cada cultura? ¿Es la verdad una cuestión de conveniencia?



Os paso esta conversación captada en uno de los sótanos de la Caverna. Hablan C (alias "el constructivista social"), R (alias "razón implacable") y P (conocido como "el pragmático"). A ver de qué podemos acusarlos...

C: ¿Verdad? ¿Qué verdad? Para la cultura islámica la verdad es que el pañuelo que llevan las chicas en la cabeza es un artículo de primera necesidad espiritual. Y en nuestra cultura cristiana la verdad es que ese pañuelo es un símbolo de la sumisión de la mujer, lo cual es, naturalmente (quise decir, culturalmente), inaceptable.
R: Si. En nuestra cultura el artículo de primera necesidad espiritual es el crucifijo en el cuello (¡prueba a prohibirlo en los institutos, a ver si no te crucifican por ello!). O el velo en la cabeza de las monjas (¡prueba a prohibir que las monjas den clase, en los colegios religiosos, con su velo!).
C: Tal vez no significan lo mismo.
R: ¿No? Todos los símbolos religiosos significan sumisión a Dios. Y el velo de las monjas o el que se ponen las novias, no sé… A mi me recuerdan las palabras de San Pablo, esas que se decían en las bodas: “Las mujeres sean sumisas a sus maridos, como si fuese el Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, del mismo modo que Cristo es cabeza de la Iglesia…”…
P: Bueno, vale, significan más o menos lo mismo un velo y otro. ¡Pero este es nuestro país! ¡Y ellos extranjeros!
R: Bonito argumento. Este es nuestro país por la gracia de Dios y sus ejércitos (igual que hace mil años era el suyo, también por la gracia de Dios y sus ejércitos). Y tú has nacido aquí (en lugar de en Etiopía) seguramente gracias a tus propios méritos, ¿no es así?
P: Así es la vida.
R: ¿Así debe ser?
P: Sí. Así nos conviene que sea a nosotros.
R: O sea, que la verdad es una cuestión de conveniencia.
C: Y de la cultura, insisto. En cada sociedad y cada época se imponen ciertas verdades, en cada cultura se interpretan los hechos de cierta manera.
R: ¿Y de que depende esa interpretación?
C: Depende de factores económicos, sociales, políticos, etc. En la India el hecho de comer o maltratar a una vaca es interpretado como una herejía, aquí se interpreta como un placer, incluso como un arte, si en vez de vaca es un toro.



R: Y esos factores económicos, sociales, etc., ¿no serían también hechos?
C: Sí, ¿y qué?
R: ¿Y quién interpreta, a su vez, esos hechos? ¿Tú, desde tu propia cultura?



C: No te entiendo.
R: Si toda verdad corresponde a hechos interpretados por alguna cultura, y esta interpretación está en función de otros hechos (económicos, sociales, etc.), ¿no serían tales hechos también interpretables según alguna cultura?...
P: En eso estoy de acuerdo. Si se dice que toda verdad es cultural, esto que se dice también será verdad sólo para determinada cultura.
R: Pero el que dice que la verdad depende de cada cultura pretende que esta misma verdad (que sólo es la suya y la de su cultura) sea igual de verdadera para todas.
C: Bueno, ¿y qué pasa si es así? Me reafirmo: toda verdad (incluida la mía) depende de la cultura y la época en la que vives. Esto se llama relativismo cultural.
R: ¿No te das cuenta de que la frase que dices no tiene ningún sentido? Si la verdad es diferente para cada cultura, el mismo concepto de “verdad” no tendría una interpretación aceptable por todos, por lo que al decir “la verdad” es diferente para cada cultura nadie sabría a qué “verdad” te estás refiriendo. O sí quieres: estarías suponiendo que la verdad significa a la vez una misma cosa y muchas diferentes.
P: El relativismo absoluto no tiene enmienda. Por eso yo propongo otra cosa: la verdad depende siempre de lo que nos conviene creer que es verdad. La verdad es lo que nos es útil. Cada cultura puede variar en cuanto a lo que considera útil, pero la noción de verdad sería siempre la misma.
E: Eso se llama pragmatismo. Es otra teoría de la verdad.
R: Sí, pero entonces tenemos otro problema, aunque no sé si el mismo del principio: ¿Cómo sabemos lo que es “de verdad” útil o conveniente?
P: Lo que nos sienta bien, lo que nos hace felices, lo que hace que se mantenga el orden social…
R: ¿Y por qué va a ser eso, “de verdad” lo útil y no otra cosa? Y si lo fuera: ¿cómo sabremos que algo nos sienta “de verdad” bien, o nos hace “de verdad” felices? ¿Por qué vemos o experimentamos que es así? ¿Por qué lo hemos convenido así en nuestro grupo social? ¿O por qué?
E: El problema de la verdad otra vez…
R: Si, lo cambiamos de nombre, pero no acabamos de resolverlo: ¿por qué algo es verdad?

¿Qué pensáis vosotros?
1. ¿Se debe prohibir llevar un velo islámico en una clase, por ejemplo?
2. ¿Se puede ser "constructivista social" y, a la vez, discutir sobre este asunto del velo?
3. ¿Se puede ser relativista y pensar que la verdad es según cada cultura, época, o incluso según cada uno?
4. ¿Tendrá razón el pragmatismo en afirmar que lo verdadero es lo conveniente o útil para nosotros? ¿Por qué sí, o por qué no?

jueves, 22 de abril de 2010

!Ver o saber: he ahí la cuestión (del empirismo)!


Los micrófonos ocultos de la Caverna captaron hace poco esta conversación entre un Empirista y un Racionalista. A ver que os parece.

E: ¡Los datos, los hechos, el experimento bien hecho! Gracias a todo eso el conocimiento ha avanzado a pasos de gigante desde la revolución científica del XVII hasta nuestros días.
R: Es decir, que las ideas verdaderas son las que se corresponden con los datos, vamos, con lo vemos.
E: Básicamente sí. En la ciencia también se razona y se deduce, pero la piedra de toque para verificar una teoría científica es que sus predicciones se correspondan con los datos observables. Es decir, que el astrónomo (por dar un ejemplo) diga que tal cometa va a pasar por el cielo tal día a tal hora y… ¡pase!
R: ¿Y cómo estás tan seguro de que esta concepción empirista de la verdad es la verdadera?
E: No te entiendo.
R: Sí. Tú dices que lo verdadero es lo que coincide con lo que ves. ¿Pero cómo sabes que esto mismo es cierto? ¿Por qué crees que sólo es creíble lo que ves? ¿Ves también eso? ¿Se ha demostrado con algún experimento que los experimentos son la forma adecuada de averiguar la verdad?
E: No es necesario. Tú, como yo, aceptamos que la verdad es la correspondencia de nuestros pensamientos con la realidad. Y la realidad es este mundo que vemos. ¡Es de sentido común!
R: Bueno, eso que tú llamas de sentido común yo lo considero una teoría metafísica. No hay porque aceptar sin más que la realidad sea lo que vemos. Pero dejemos ahora la metafísica. ¿Qué ocurre con las verdades matemáticas o lógicas, como que dos más dos son cuatro? ¿También estas verdades dependen de la experiencia, de lo que vemos o experimentamos?
E: Este es un asunto complejo. Pero yo diría que sí. Los conceptos matemáticos son una generalización a partir de nuestra experiencia con las cosas físicas. Percibimos cosas distintas pero a la vez similares (por ejemplo, distintos árboles o pájaros), y de ahí obtenemos el concepto de cantidad o número: dos árboles, tres pájaros… Y con la geometría igual; dicen los historiadores que nació en Egipto y Babilonia, por la necesidad que tenían allí de medir con exactitud las parcelas agrícolas… Todo conocimiento es "a posteriori", posterior a la experiencia.
R: No sé qué pensar. Todas las verdades que surgen de la experiencia son probables.
E: ¿Cómo probables?
R: Sí. Dependen de lo que observamos en el mundo físico, ¿no? Pero el mundo físico es cambiante, por lo que ninguna verdad será para siempre verdadera. Sólo podremos decir que, de momento, las cosas ocurren así, pero: ¿Y mañana?...
E: Cierto. Todas las verdades son probables.
R: Incluso la verdad de que toda verdad es probable es también probable, y también ésta última, y ésta, y… ¿Hasta que el conocimiento sea absolutamente improbable?...
E: Eso me parece una exageración o, peor aún, una “ida de olla” sin fundamento empírico.
R: Tal vez. ¿Pero de veras crees que las verdades matemáticas son sólo probables? ¿Sería posible concebir o imaginar un mundo en que dos más dos fueran cinco?... Por otra parte, dices que aprendemos los números a partir de la experiencia de ver cosas distintas y a la vez similares. Dejando el tema de cómo algo puede ser distinto y a la vez similar, ¿no te parece que para ver cosas, dos o tres o las que sean, hace falta ya conocer de alguna manera los números?
E: ¿De qué manera? ¿Insinúas que los bebés vienen al mundo sabiendo ya aritmética? Eso me parece ridículo. Nacemos sin saber nada, y menos aún matemáticas. ¡Con lo difíciles que son!
R: Eso también me resulta difícil de creer. Si los bebes nacieran sin ninguna capacidad lógica, ¿podrían aprender algo? ¿Podrían entender la más mínima instrucción que se les diera? ¿Podríamos aprender algo a partir de cero?


E: Creo que tienes razón. Pero eso no obliga a asumir que sepamos matemáticas al nacer, ni que vengamos con “ideas innatas” al mundo. Simplemente, el cerebro humano cuenta con ciertos mecanismos con los que procesar la información desde que empieza a recibirla.
R: ¿Es entonces la lógica una especie de mecanismo cerebral?
E: Digamos que el cerebro funciona de cierta forma, y a eso luego le llamamos lógica.
R: Que funciona de cierta forma quiere decir que funciona según la lógica (llamésmole como la llamemos). ¡Pero me cuesta trabajo creer que las leyes lógicas estén ahí, entre las neuronas, obligándolas a comportarse de cierta forma!
E: Eso es una caricatura, me temo. Hace falta estar muy puesto en psiconeurología para discutir de esto.
R: Vale. Pasemos a otro tema. Si la verdad depende de lo que veo, la verdad sólo será mi verdad. Pues mis visiones o experiencias sensoriales son personales e intransferibles. El conocimiento empírico sería así, además de probable, muy subjetivo. ¿No crees?
E: No, no creo. Una observación empírica no es lo que ve un sujeto cualquiera, sino lo que ve un grupo de expertos, que se aseguran de estar viendo lo mismo.
R: ¿Y cómo se aseguran de eso? ¿Puedo yo meterme en tu mente para saber que estas viendo lo mismo que yo?
E: No, claro. Basta con que describamos todos con exactitud lo que vemos.
R: O sea, que al final la verdad no es la correspondencia con lo que se ve, sino con lo que interpreta un grupo de expertos que se ve.
E: Claro.
R: ¿Pero cómo sabremos si su interpretación es correcta?
E: Porque son expertos en su ciencia. Saben mucho.
R: Pero yo creía que decías que el saber depende del ver. Y ahora me dices que el ver depende del saber. Esto del empirismo no es nada fácil.
E: Saber y ver dependen uno del otro.
R: Ya. ¿Pero son igual de importantes? ¿Se puede ver sin saber? ¿Podríamos ver algo de lo que no tuviéramos ni idea?...
E: Habría que pensarlo. Seguramente no.
R: Sí, mejor pensarlo que verlo. Yo creo que es imposible ver algo de lo que no tengamos ideas previas.
E: ¿Volvemos a las ideas innatas y los bebes sabios?
R:… Y por otra parte, creo que se pueden saber muchas cosas sin verlas, y ni tan siquiera imaginarlas, como las ideas matemáticas. Es más, estaría dispuesto a plantear que incluso un ciego de nacimiento podría saber perfectamente lo que es el color azul…
E: ¡Imposible! Por mucha física de los colores que supiera, no se puede saber del todo lo que es el azul si uno carece de vista.
R: ¿Quieres decir que hay cosas que no se pueden entender sin verlas?
E: Pues sí.
R: ¿Y que, por tanto, entender y ver son cosas distintas o, si quieres, partes distintas del conocimiento?
E: Sí.
R: Entonces ver no es entender, o, si quieres, ver es una forma de conocer que no tiene que ver con la inteligencia y las ideas.
E: Así es.
R: ¿Y no te parece que esto desdice lo que decíamos antes: que no se puede ver nada si no es a partir de ciertas ideas e interpretaciones?


¿Qué opináis de todo esto?
¿Sabemos según lo que vemos, o vemos según lo que sabemos?
¿Podría un ciego de nacimiento, que contara con una teoría perfecta acerca de los colores, saber igual o mejor que nosotros lo que es el color azul?

sábado, 10 de abril de 2010

Resumen de la reunión sobre el sentido de la filosofía.


El viernes pasado vino a la caverna el filósofo Juan Antonio Negrete, y discutimos con él acerca del sentido y utilidad de la filosofía. La reunión fue un poco informal pero dimos a luz unas pocas ideas que paso a resumir (como siempre, me olvidaré de muchas, pero para eso tenéis los dedos y los comentarios, para recordar lo que a mí se me pase). Esto fue lo que parieron Juan Antonio, Elena Montero, Paloma, Elena de la Gala, Felipe, Toni, Alvaro, Silvia, Ángela, Esther, Mª Ángeles, Monchi, Nando, Pilar, Marien y Mónica (espero no olvidarme de nadie).

• Según la “mentalidad” de nuestro tiempo, es la ciencia la que responde a las preguntas que nos hacemos. El conocimiento serio y fiable es el científico. La filosofía no es más que un reducto del pasado, una especulación sin fundamento (sin pruebas empíricas), algo quizás más cercano al arte. Esto piensa la mayoría (incluso la mayoría de los filósofos y los profesores de filosofía). Lo raro es que, ante este panorama, la filosofía se conserve como una asignatura (¡obligatoria, además!) en los dos cursos de bachillerato (cosa que no ocurre en el resto de los países europeos, salvo Francia y alguna excepción más). En el otro (minoritario) extremo, algunos han propuesto que la filosofía, como ejercicio reflexivo, se imparta desde la infancia (es una propuesta conocida como “filosofía para niños” o como “aprender a pensar”).

• Ahora bien: ¿Es cierto que el conocimiento es patrimonio de la ciencia? Si se nos apareciera de pronto un genio y se ofreciera a respondernos a tres preguntas, ¿le haríamos alguna que pudiera responder la ciencia? Las preguntas que más nos interesan buscamos responderlas en otra parte (por ejemplo, en los libros de autoayuda, que nadie consideraría una ciencia, idea en lo que coincidieron Silvia y Ángela). Juan Antonio afirmó que, para él, la ciencia no hace ni responde ninguna pregunta realmente interesante. Es más: la ciencia se limita a intentar explicar como funcionan las cosas, no qué son las cosas (su esencia). El conocimiento que proporciona la ciencia no es esencial. Y sin embargo, la ciencia ha de presuponer ese conocimiento esencial, pues si no tiene alguna idea de lo qué son las cosas cuyo funcionamiento explica, ¿cómo iba siquiera a reconocerlas? ¿Cómo va a explicar adecuadamente cómo funcionan los seres vivos alguien que no sabe qué es esencialmente la vida? ¿Cómo va a explicar un matemático las relaciones entre los números si no sabe lo que es un número (o lo que es la misma matemática)?... La ciencia, que a veces con una soberbia injustificada, se erige como un conocimiento plenamente racional, parece no reparar en que arranca de ciertas creencias sobre lo que son las cosas (la vida, los números, el espacio, la materia, etc.) que jamás demuestra, sino que asume de manera acrítica a partir de otros saberes (el sentido común, la filosofía, la tradición científica). En el fondo, “la ciencia no piensa”, decía Martin Heidegger, un filósofo alemán del siglo XX. La ciencia ejerce, así, la peor filosofía posible: aquella que no es consciente de los principios de los que parte. Esto no significa desvalorar en absoluto la ciencia, sino “colocarla en su lugar”: el de un conocimiento subordinado a otros y ceñido a un objetivo muy concreto: explicar cómo funcionan las cosas que parecen ser reales. El científico honesto, como reconoció Felipe, asume esta limitación, y no pretende estar describiendo la realidad (sino su apariencia) ni lo que son esencialmente las cosas (sino su comportamiento manifiesto a los sentidos).

• La ciencia no sólo no explica qué es la realidad, tampoco explica qué es la verdad (se limita a aplicar un método, el método empírico o hipotético-deductivo, presuponiendo, sin demostrarlo, que es dicho método el adecuado para lograr conocimientos certeros). La ciencia tampoco explica qué es valioso (el científico habla de hechos, no de valores), por lo que tampoco puede atribuirse a sí misma ningún valor (si la ciencia es valiosa o no, no es competencia del científico). Pero si la ciencia no explica esencialmente la realidad, ni qué es la verdad, ni qué es lo que vale y no vale (en terrenos como la ética, la política o la estética). ¿De qué vale verdadera o esencialmente la ciencia? ¿Qué otro saber hay que se ocupe de todo esto? ¿O acaso es que de todo esto (como piensan muchos filósofos y científicos) no se puede, sencillamente, hablar?...

• Elena Montero dijo que la filosofía no podía ser muy valiosa, dado que la mayoría de sus teorías (sino todas) pueden refutarse rápidamente. Nando y Pilar afirmaron que el valor de la filosofía reside en que te hace reflexionar acerca de lo que vives y, así, siendo más consciente de tu vida, vives el doble, es decir, que la filosofía nos proporciona una vida “interesante”. Álvaro replicó que para vivir con intensidad quizás baste con saber que tales cosas producen dolor y tales otras placer. Juan Antonio dijo que, aunque parece que inicialmente podemos guiarnos en función del placer y el dolor, siempre cabe hacernos la pregunta de si “está bien (o mal) guiarnos de esa manera”. Y no sólo un filósofo, cualquier persona (un deportista o un bombero, por ejemplo) ha de preguntarse si está bien o mal aceptar ciertos dolores o sufrimientos (el entrenamiento, las quemaduras) para lograr sus fines. Ahora bien, esta tarea de valoración implica ya reflexión…

• En relación a lo anterior surgió un debate acerca de si debemos anteponer la felicidad como objetivo último de nuestras acciones. Algunos de los presentes pensaban en la posibilidad de estudiar filosofía. Y se les preguntó si lo harían aun en el caso de que no fueran más felices sino incluso menos. No parece difícil demostrar (al modo en que hace la ciencia) que las personas más reflexivas y conscientes viven con mayor angustia y preocupación que las más simples e ignorantes. ¿Debemos anteponer la felicidad a la dignidad (a lo que creemos que debemos hacer)? Monchi parece que pensaba que sí. Esther pensaba que la felicidad no es posible sin dignidad. Víctor añadió que, según los resultados de algún ejercicio de sus clases, los alumnos preferían por lo general el conocimiento a la felicidad (casi todos preferían no ser engañados, aunque ese engaño les proporcionara una felicidad segura). Si hay que elegir entre verdad y felicidad, la gente escogería casi siempre lo primero (o, al menos, eso dicen)…

• Conforme nos íbamos marchando se pidió que cada uno dijera el sentido que tenía para él o ella tenía la filosofía. Casi todos los que hablaron (Elena M. Paloma, Ángela o Monchi, por ejemplo) dijeron que la filosofía les había hecho pensar y plantearse problemas de los que antes no eran conscientes. Algunos (como Elena de la G., Esther o Silvia) afirmaron que estas cuestiones habían significado un cierto revulsivo en sus vidas, y que el hecho de planteárselas les había hecho tomar consciencia de su individualidad frente a las ideas que les había transmitido el entorno, hasta el punto de que ahora se sabían más dueños de su vida (aunque quizás por eso más aparentemente solos o enfrentados al entorno). Otros, como Mª Ángeles o Pilar, añadieron que este cambio también generaba dudas radicales y que perdías la tranquilidad y la seguridad con la que vivías antes, pero que pese a eso (o justamente por eso) era un cambio beneficioso. Álvaro dijo que le parecía una vergüenza que la gente empezará a pensar así gracias a una asignatura del sistema educativo. Juan Antonio afirmó que a él le parecía esto una virtud, dado que el sistema educativo tiende a plantearse como fin la preparación para el mundo laboral y no educar para el pensamiento crítico.

• La reunión acabo con una serie de temas, en los que se habló de forma más dispersa y relajada, de varias cosas, como la relación entre filosofía y arte, verdad y belleza, el lenguaje filosófico y el poético, las “utopías negativas” y el motivo por el que las rechazamos, etc. Toni y Juan Antonio protagonizaron una discusión acerca de cómo lograr una sociedad “autárquica” en la que no existiera ningún poder impositivo… Y más o menos por aquí se acabo el cuento. Sólo siento no haberos hecho una foto a todos, de guapos que estabais, hablando de filosofía al sol y en mitad del ajetreo de la calle, a la hora en que la mayoría se limita a dormir o a abarrotar los bares o las tiendas… La próxima vez será. Gracias a todos, y especialmente a Juan Antonio (que se volvió a Sax encantado por la experiencia y por haberos conocido).

jueves, 8 de abril de 2010

Reunión cavernícola el viernes!


Cavernícolas todos, como hace mucho tiempo que no nos reunimos, vamos a hacerlo este mismo viernes. Además, está en en Mérida nuestro vecino de blog, el filósofo Juan Antonio Negrete, al que quiero que conozcáis. El tema que se nos ha ocurrido discutir es este:

¿Para qué sirve la filosofía? (Si es que sirve para algo)

Decía el viejo Sócrates que una vida sin reflexión no vale la pena ser vivida. Otros, por el contrario, piensan que la filosofía es un oficio de cobardes, de los que tienen miedo a vivir... ¿Quién tendrá razón? ¿Qué utilidad tiene ser filósofo? ¿No basta la ciencia para conocer el mundo? ¿Y no será mejor el arte o la religión para llenar esos "huecos" que supuestamente no llena la ciencia? ¿Tiene sentido aspirar a un conocimiento pleno, como hace el filósofo? ¿Nos hará más felices y mejores personas dedicarnos a la filosofía o será todo lo contrario? ...

El viernes lo descubriremos, a las 5 en el Bibliocafé (frente al instituto). Os esperamos!


Entradas por categorias

acoso escolar (1) alienación (6) alma (7) amor (24) Antropología y psicología filosóficas (93) Año nuevo (4) apariencia (1) arte (54) artículos ciencia (8) artículos ecología (19) artículos educación (142) artículos educación filosofía (58) artículos educación religiosa (3) artículos estética (29) artículos Extremadura (5) artículos libertad expresión (16) artículos nacionalismo (9) artículos parasofías (2) artículos política (187) artículos prensa (70) artículos sexismo (24) artículos sociedad (45) artículos temas filosóficos (26) artículos temas morales (127) artículos toros (3) Ateneo Cáceres (20) belleza (4) bioética (13) Blumenberg Hans (1) bulos (1) Byung-Chul Han (1) cambio (1) carnaval (6) carpe diem (1) ciencia y religión (11) cientifismo (5) cine (2) ciudadanía (6) conciencia (4) conferencias (4) Congresos (2) constructivismo social (1) consumo (2) Conversaciones con el daimon: tertulias parafilosóficas (2) Correo Extremadura (49) Cortazar Julio (1) cosmopolitismo (1) creativamente humano. (1) Cuentos filosóficos (21) curso 2017-2018 (1) Curso filosofia 2009-10 (1) Curso filosofia 2010-11 (47) Curso filosofía 2011-2012 (73) Debates en la radio (1) decrecimiento (3) Defensa de la Filosofía (38) deporte (5) derechos humanos (1) Descartes (1) Día mundial de la filosofía (2) diálogo (3) Diálogos en la Caverna (19) Didáctica de la Filosofía (7) dilemas morales (17) Diógenes (1) Dios (4) drogas (2) dualismo inmanentista (4) dualismo trascendentalista (1) ecología y derechos de los animales (29) economía (20) Educación (254) El País (3) El Periódico Extremadura (281) El Salto Extremadura (1) eldiario (31) emergentismo (2) emotivismo ético (2) empirismo (2) enigmas lógicos (4) entrevistas (3) envejecimiento (2) Epicuro (1) Epistemología (13) escepticismo (1) espacio (1) Estética (84) Etica (7) Ética (212) eurocentrismo (1) Europa (2) evaluación (1) Eventos (1) existencialismo (3) falacias (2) familia (2) fe y razón (7) felicidad (8) feminismo (32) fiesta (4) Filosofía (29) Filosofía de la historia (3) filosofía de la religión (14) Filosofía del derecho (3) Filosofía del lenguaje (7) filosofía fuera del aula (1) Filosofía para cavernícolas en la radio (15) Filosofía para cavernicolas. Radio. (1) Filosofía para niños (5) Filosofía política (287) Filosofía social (52) filosofía y ciencia (17) filosofía y patrimonio (1) filósofos (1) flamenco (3) Gastronomía (1) género (21) Hermeneútica (1) Hipatia de Alejandría (1) Historia de la filosofía (4) Historietas de la filosofía (2) horror (1) Hoy (2) Humano (1) Humano creativamente humano (4) Humor (7) idealismo subjetivo (2) ideas (3) identidad (4) ilustración (1) Imagen y concepto (6) inmigrantes (5) intelectualismo moral (5) inteligencia artificial (5) Introducción a la filosofía (30) Juan Antonio Negrete (5) justicia (7) Kant (4) laicismo (1) libertad (5) libertad de expresión (20) libros propios (3) literatura (1) Lógica (9) Los Simpsons (2) Marx y marxismo (3) matemáticas (4) materia y forma (5) materialismo (13) Medios de comunicación (497) memoria histórica (3) mente (7) metáfora (1) miedo (4) mito de la caverna (1) Mitos (11) modernidad (9) monismo inmanentista (10) monismo trascendentalista (2) movimiento (1) muerte (4) multiculturalismo (2) música (5) nacionalismo (22) natalidad (1) naturalismo ético (5) navidad (9) Nietzsche (2) nihilismo (2) nominalismo (1) ocio (1) olimpiadas (2) Ontología (46) orden (1) Paideia (2) pansiquismo (3) Paradoxa (1) Paradoxa. (1) parasofía (2) Parménides (2) PDFEX (10) pensamiento catedral (1) pensamiento crítico (6) Pensar Juntos (1) platonismo (16) podcasts (1) positivismo (1) postmodernidad (1) pragmatismo (2) Presocráticos (2) problema mente cerebro (6) prostitución (5) psicopolítica (14) publicidad (1) público-privado (1) racionalismo ético (3) rap (2) Red Española de Filosofía (1) relativismo (4) religión (26) respeto (1) Reuniones en el cavernocafé (28) Revista Ex+ (2) romanticismo (1) ruido (2) salud mental (1) Schopenhauer (1) Semana santa (4) sentido de la vida (6) sexismo (20) sexo (4) Sócrates (3) sofistas (2) soledad (1) solipsismo (1) Taller estética (6) Talleres filosofía (5) teatro (9) tecnología (14) Teología (7) terrorismo (5) tiempo (2) tolerancia (1) Trascendentalismo (6) turismo (3) utilitarismo ético (1) Vacío existencial (1) viajes (2) violencia (16)

Archivo del blog

Cuevas con pasadizo directo

Cavernícolas

Seguir en Facebook