miércoles, 12 de junio de 2013

¿Es la moral un producto de la evolución natural? Objeciones al naturalismo ético.

En una serie de curiosos experimentos, un equipo de psicólogos de la Universidad de Chicago mostró que las cobayas desarrollan conductas altruistas. A dos de estas ratas, sin vínculo genético directo, que convivían juntas, las enfrentaron a diversas situaciones. En todas ellas una de las ratas estaba encerrada en un tubo que le impedía casi cualquier movimiento, mientras que a la otra se le dejaba libre junto al tubo. La rata libre no solo aprendió tras sucesivos ensayos a abrir el tubo y liberar a su compañera, sino que lo hizo en situaciones en las que la liberación no suponía ningún premio aparente (ni siquiera la interacción con la cobaya liberada), o en que suponía, incluso, el aplazamiento de una recompensa (la rata liberadora anteponía la acción de liberar a su compañera a la de abrir otro tubo que contenía chocolate). ¿Qué significa esto? La conducta altruista en los animales ha sido observada, a menudo, entre individuos genéticamente emparentados. Pero estos experimentos (y otros) sugieren que dicho tipo de conducta (en la que parecen anteponerse los intereses de otro a los del que actúa) se produce entre individuos no genéticamente emparentados. ¿Es esto síntoma de una conducta “moral” entre los animales no humanos? ¿Son los animales seres capaces de actuar libremente y en función de “principios” distintos o incluso opuestos a las leyes naturales? La respuesta habitual es: “no”. No es que los animales sean capaces de un comportamiento “moral”. Más bien es que lo que llamamos “moral” es, en el fondo, un tipo específico de comportamiento biológico. Esta es la tesis que llamamos “naturalismo” o “sociobiologismo” ético, muy generalizada en el ámbito de la ciencia y de la filosofía materialista.



Según el naturalismo, los hechos que solemos calificar como "morales" (las decisiones y acciones que adopta la gente en función de creencias acerca de lo “bueno” y lo “justo”, aparentemente ajenas, o incluso opuestas, a sus intereses más inmediatos) son, en realidad, hechos naturales y culturales explicables por la biología y las ciencias humanas (antropología, psicología, sociología, economía, etc.). En último término, los hechos "morales" serían parte de estrategias de ciertos animales sociales muy complejos para los que comportarse de forma “altruista” en función de ciertas creencias sobre lo que es bueno o justo resulta adaptativo, esto es, facilita el éxito biológico del grupo y, secundariamente, del individuo. Así, toda conducta moral podría ser explicada a partir de leyes socio-biológicas y culturales (entendiendo el comportamiento social y cultural como un tipo complejo de conducta biológica). La conducta moral, en realidad, no existiría como tal.  
¿A qué responden entonces las creencias acerca lo “bueno”, “justo”, “valioso”, etc.? Según el naturalista, tales creencias no remiten a nada trascendente, o de naturaleza específicamente “moral”. Dichas creencias son una construcción socio cultural cuya función es causar ciertas conductas individuales que se han mostrado, a lo largo de la evolución y, luego, de la historia, como eficaces para la pervivencia de los grupos sociales. Así, la “generosidad”, la “sinceridad”, la “fidelidad”, la “disciplina”, la “honestidad”, el “respeto”, etc., serían “valores” funcionales para asegurar la estabilidad y el funcionamiento del grupo. Por ejemplo, según algunos etólogos, la fidelidad sexual se mostró como una conducta eficaz para reducir los conflictos entre machos en grupos que dependían estrechamente de la cooperación en la caza. La sinceridad aseguraba una mayor eficacia comunicativa entre los miembros del grupo. La generosidad garantizaría un nivel de tensión aceptable ante la distribución, casi siempre desigual, de los recursos. Etcétera. 
 Otros “valores” o principios morales (el respeto a la propiedad o la vida de otros, el cumplimiento de las promesas, el valor del trabajo, etc.) parecen tener una funcionalidad más clara aún en el sentido de la estabilidad y pervivencia del grupo.

¿Es razonable esta teoría? ¿Es la moral no más que una complicada estrategia natural seleccionada por su eficacia para lograr el éxito de la especie? Veamos dos tipos de objeciones, una débil y otra más fuerte (y creo que insuperable).

La objeción más débil remite a ciertas conductas “morales” antisociales que no parecen tener ninguna funcionalidad biológica (la conducta del rebelde, el marginal, el terrorista, etc.). Es una objeción débil porque tales conductas podrían explicarse como variaciones o anomalías susceptibles de ser “seleccionadas por la evolución”. O incluso como anomalías que, desde el punto de vista de la organización social, resultan adecuadas para la estabilidad del grupo (un cierto grado de rebeldía, marginalidad, etc., puede aumentar la cohesión del grupo, reforzar la demanda de orden, etc.). 
El caso más extremo de esta objeción es el de la conducta que antepone las creencias morales a cualquier otro tipo de motivación consciente. ¿Podría darse el caso de que alguien prefiriera la destrucción del mundo a actuar contra sus creencias morales (“Hágase justicia aunque se hunda el mundo”)? Desde luego que podría. Es más, este caso es, para muchos, el arquetipo de lo que significa una “conducta moral”. Si el naturalismo trata esto como una simple anomalía está simplemente disolviendo el problema, no resolviéndolo.

La objeción más fuerte refiere a la imposibilidad de reducir las creencias y conductas “morales” a una mera descripción de hechos. Supongamos que tenemos la mejor descripción posible de lo que consideramos “conductas morales”. ¿Por qué deberíamos calificarla como la “mejor”? Es más, supuesta esa calificación, caben otras preguntas: ¿deberíamos tener a esta teoría en cuenta, difundirla, dado que (por ejemplo) podría afectar la conducta de la gente, o suponer drásticos cambios sociales y culturales?... Estas preguntas no podrían plantearse ni contestarse sin presuponer criterios prescriptivos o normativos (epistemológicos, morales…) que quedan fuera de la descripción. Y no pueden no quedar “fuera”, dado que son la condición de cualquier prescripción (de entrada, de la prescripción acerca de qué sea una buena descripción de hechos, o, más simplemente, de qué sea una descripción). 
Lo normativo en sentido amplio (lo axiológico, los criterios acerca de qué es bueno, aceptable, elegible, etc.) no pueden reducirse a hechos, pues siempre quedaría fuera la norma acerca de lo que debemos considerar como un hecho y, por supuesto, la norma acerca de si debemos aprobar o no ese hecho. Confundir esta norma con “otro” hecho es incurrir en un desliz lógico (la llamada “falacia naturalista”).

domingo, 2 de junio de 2013

Filosofía en la calle contra la Lomce en Mérida


El pasado día 1 de junio la Plataforma de Defensa de la Filosofía en Extremadura (PDFex) y la Asociación de Filósofos Extremeños (AFEX), además de otros amigos de la filosofía, celebramos unas nuevas JORNADAS DE FILOSOFÍA en la calle, esta vez, en Mérida. El motivo era informar a la ciudadanía de la eliminación, prevista por la LOMCE, de dos tercios de las asignaturas de filosofía en secundaria. Fue un acto académico y festivo, en el que nos manifestamos como debemos hacerlo los filósofos: mediante una ponencia pública (la tenéis aquí), celebrada en la UNED, de parte del filósofo JUAN ANTONIO NEGRETE
y con una posterior LECTURA DE TEXTOS FILOSÓFICOS en la Plaza mayor de la ciudad, en la que en lugar de gritos hubo lecturas en varios idiomas, silencios, reflexión, poesía, música, y un sol maravilloso. Porque no se trataba de una mera reivindicación laboral, sino del testimonio público de unos ciudadanos comprometidos con su vocación docente y con un ideal educativo que la nueva ley educativa del gobierno arruina desde sus cimientos. 

La LOMCE elimina las asignaturas comunes de Ética y educación cívica (en 4º de la E.S.O) y de Educación para la ciudadanía (en 3º de la E.S.O.), y vuelve a relegar la Ética a una mera opción alternativa para los alumnos que no cursen Religión católica. 
La LOMCE también elimina la asignatura troncal de Historia de la filosofía en 2º de Bachillerato, que pasa a ser una optativa entre más de doce, entre ellas Religión católica (que se incorpora al currículo de bachillerato al mismo nivel que la Historia de la filosofía).

La "filosofía" de la nueva ley educativa está, por tanto, más que clara. La formación educativa de los ciudadanos ha de limitarse al aprendizaje de saberes de carácter básico (lengua, matemática, idiomas...) y útiles para su inserción laboral. Todo lo demás queda en el olvido. En cuanto a lo que atañe a la filosofía y la ética, y a sus objetivos educativos (la formación de personas integralmente informadas, lúcidas y reflexivas, así como de ciudadanos críticos, activos y versados en el  diálogo racional), éstos quedan reducidos a lo que se pueda impartir en la materia común de 1º de Bachillerato (para aquellos que accedan a estudiarlo) y son marginados (o, en buena medida, dejados en manos de los profesores de religión) durante todo el periodo de la enseñanza obligatoria.

Es por todo esto que nos hemos vuelto a asomar a las calles, superando el justo rubor que nos produce a muchos defender lo que debería defenderse por sí solo, para informar a nuestros conciudadanos de la que se nos avecina. No solo en el ámbito económico y social (como ya es más que palpable), sino mucho peor aún, en lo único que permite albergar alguna esperanza creíble de cambio: en el ámbito de la ideas y de la educación que transmitimos a nuestros jóvenes.



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